Diciembre 21, 1851 - Febrero 13, 1919
ORADOR.- Nació en la población de El Valle, cercana a Cuenca el 21 de Diciembre de 1.851 y le bautizaron con los nombres de Miguel Tomás Vicente. Sus primeros años los pasó bajo la protección de su tía Francisca Moreno. Muy Joven cursó Humanidades Latinas en el Colegio Seminario apasionándose por la Filosofía y los idiomas al punto que aprendió francés con la ayuda de un Diccionario.
ORADOR.- Nació en la población de El Valle, cercana a Cuenca el 21 de Diciembre de 1.851 y le bautizaron con los nombres de Miguel Tomás Vicente. Sus primeros años los pasó bajo la protección de su tía Francisca Moreno. Muy Joven cursó Humanidades Latinas en el Colegio Seminario apasionándose por la Filosofía y los idiomas al punto que aprendió francés con la ayuda de un Diccionario.
En 1.869 entró a la recién creada Facultad de Jurisprudencia, formó parte
de la Sociedad de la Esperanza, colaboró en su órgano "La Aurora" y al terminar
la carrera rápidamente y con brillantez, se sintió atraído por la vocación
religiosa y viajó el 71 a Quito, pidiendo su ingreso en el templo franciscano y
se le vió desde entonces en los claustros, pero su salud se resintió con la
estrictes de la regla y los superiores le aconsejaron que no continuara.
Matriculado en la escuela Politécnica de los sabios jesuitas alemanes tampoco
persistió, pues su vocación era humanística y no científica, aunque tenía la
inteligencia abstracta.
Su amigo, el Obispo de Cuenca, Remigio Estévez de Toral, que conocía su
talento, le invitó a abrazar el estado sacerdotal y concedió el diaconado en
1.872, año en que se trasladó a Chile para lograr el Doctorado en Teología y
Derecho Canónico, que finalmente alcanzó el 76, recibiendo el Presbiterado y
finalmente el Sacerdocio en la iglesia de Santa Clara de Vitoria el 8 de
Octubre, de manos del Obispo de La Serena, José Manuel Orrego, quien le solicitó
con insistencia que se quedara en Santiago a ejercer su ministerio, propuesta
que le formuló en varias ocasiones, pero Aguirre no aceptó.
En 1.879, nuevamente en Cuenca, su figura delgada y como recortada por el
ascetismo, pronto se hizo popular. Nicanor Aguilar, entonces solamente
estudiante, le recordaría años después con la siguiente frase: Sacerdote
inolvidable el Dr. Miguel Aguirre, los de mi generación teníamos conocimientos
que él existía... Llegaba tras muchos años de extrañamiento y enrolóse para el
magisterio... Con que respetuosa y amable curiosidad contemplábamos al joven
sacerdote que pasaría apenas de los treinta años. Su fisonomía aguileña y devota
solo inspiraba atención y miramientos.
Nada igualaba la amenidad de su trato y el atrayente aticismo de su insuperable gracia, tan inofensiva como cautivadora. Desde el principio las asignaturas que dictaba correspondían a su fama: Filosofía racional y Sagrado dogma, en el Colegio Seminario. Mas, el renombre del catedrático sin igual, llenando los espacios de la gallarda y amplia escuela, llegaba hasta los niños minoristas y supimos que en su método insuperable la doctrina que exponía en cada clase se le ocupaba en escasa media hora y después le era imposible al estudiante, por talentoso que fuese, el aventurar objeción alguna que no estuviese resuelta de antemano en la exposición del luminoso maestro.
Director espiritual del único y notable Colegio de señoritas que funcionaba en esta ciudad, el de los Sagrados Corazones, desde 1.877. El recuerdo de su catequesis, de sus lecciones y su celo perdura sobre el tiempo. En ese mismo plantel y entre la juventud masculina preparaba y dirigía con exquisito gusto literario, los actos que tanto lustre procuraron a las clases estudiosas. En faenas, así útiles, espirituales y cultas, empleaba la mayor parte de su tiempo y se atraía irresistiblemente el profundo aprecio de la sociedad. La predicación del señor Aguirre en época de tanta fé y entusiasmo religioso, constituía en Cuenca la admiración del pueblo. Cuando se anunciaban sus sermones rebosaba la multitud el templo; pues, apto para todas las disciplinas de la inteligencia, el cumplido sacerdote, singularmente lo fue, para la santa predicación.
Nada igualaba la amenidad de su trato y el atrayente aticismo de su insuperable gracia, tan inofensiva como cautivadora. Desde el principio las asignaturas que dictaba correspondían a su fama: Filosofía racional y Sagrado dogma, en el Colegio Seminario. Mas, el renombre del catedrático sin igual, llenando los espacios de la gallarda y amplia escuela, llegaba hasta los niños minoristas y supimos que en su método insuperable la doctrina que exponía en cada clase se le ocupaba en escasa media hora y después le era imposible al estudiante, por talentoso que fuese, el aventurar objeción alguna que no estuviese resuelta de antemano en la exposición del luminoso maestro.
Director espiritual del único y notable Colegio de señoritas que funcionaba en esta ciudad, el de los Sagrados Corazones, desde 1.877. El recuerdo de su catequesis, de sus lecciones y su celo perdura sobre el tiempo. En ese mismo plantel y entre la juventud masculina preparaba y dirigía con exquisito gusto literario, los actos que tanto lustre procuraron a las clases estudiosas. En faenas, así útiles, espirituales y cultas, empleaba la mayor parte de su tiempo y se atraía irresistiblemente el profundo aprecio de la sociedad. La predicación del señor Aguirre en época de tanta fé y entusiasmo religioso, constituía en Cuenca la admiración del pueblo. Cuando se anunciaban sus sermones rebosaba la multitud el templo; pues, apto para todas las disciplinas de la inteligencia, el cumplido sacerdote, singularmente lo fue, para la santa predicación.
En Cuenca llegó a ocupar el Vicerrectorado del Colegio Seminario y si
llamaba la atención por la eficacia en el método y la amplitud de conocimientos
que diestramente transmitía a sus discípulo, mayor admiración despertaba su
manera de conducirse y el modo ejemplar que observaba en las practicas del
culto, aunque lo más importante de su persona era, como ya se dijo, las dotes
oratorias.
El Sermón más recordado, de los que predicó con admiración de todas las clases sociales, fue el de la Octava del Santísimo Sacramento, en la catedral, el 16 de Junio de 1.884, sobre Jesucristo, el pobre del tabernáculo. Por eso, a la sola noticia de que iba a predicar, las gentes acudían en tropel y ponían suma atención, profundo silencio, interrumpido solo por sollozos y lágrimas. Y sintiéndose Aguirre objeto de la expectación, y no queriendo provocar escándalo salió poco menos que escondido y pasó nuevamente al convento franciscano de Quito como simple lego; él, que tenía títulos doctorales y gran mundo por sus viajes y cátedras.
El Sermón más recordado, de los que predicó con admiración de todas las clases sociales, fue el de la Octava del Santísimo Sacramento, en la catedral, el 16 de Junio de 1.884, sobre Jesucristo, el pobre del tabernáculo. Por eso, a la sola noticia de que iba a predicar, las gentes acudían en tropel y ponían suma atención, profundo silencio, interrumpido solo por sollozos y lágrimas. Y sintiéndose Aguirre objeto de la expectación, y no queriendo provocar escándalo salió poco menos que escondido y pasó nuevamente al convento franciscano de Quito como simple lego; él, que tenía títulos doctorales y gran mundo por sus viajes y cátedras.
Entre el 85 y el 86 hizo el Noviciado en San Diego y el 29 de Noviembre
adoptó el nuevo nombre de José María con promesa de ejercitar invariablemente la
humildad, pobreza y castidad.
En 1.888 escribió un artículo necrológico con motivo del XIII aniversario
de la muerte de García Moreno, publicado en 26 pags. en la Imprenta del Clero y
predicó en San Francisco. Pronto fue considerado el primer orador sagrado de la
capital y aunque no poseía las dotes histriónicas que tanto habían distinguido
al agustino Manuel Salcedo,tenido por el mayor orador sagrado de su siglo y con
quien se le comparaba de continuo, en cambio era más profundo, más conocedor de
la doctrina y poseía una sensibilidad casi musical cuando hablaba, que
igualmente atraía las multitudes.
Un testigo de la época le ha descrito así: En la tribuna sagrada su figura tornábase imponente: alta, cenceña, algo inclinada hacia tierra como rendida al peso de la modestia, retrataba la tranquilidad interior en el ademán reposado y en la armoniosa ternura de su voz. No clavaba la mirada en el auditorio pero lo dominaba con el peso de la humildad, pues muchos quedaban cautivos de esos ojos bajos que parecían entrecerrados por constantes vigilias y que los rescataban los lentes cuya armadura descansaba en la corva nariz. Tan buenas disposiciones le habían abierto el camino a la cátedra de Religión en la Universidad Central y de la Historia Eclesiástica, Escritura Sagrada, Teología Dogmática y Moral, Literatura y Filosofía de su comunidad.
Un testigo de la época le ha descrito así: En la tribuna sagrada su figura tornábase imponente: alta, cenceña, algo inclinada hacia tierra como rendida al peso de la modestia, retrataba la tranquilidad interior en el ademán reposado y en la armoniosa ternura de su voz. No clavaba la mirada en el auditorio pero lo dominaba con el peso de la humildad, pues muchos quedaban cautivos de esos ojos bajos que parecían entrecerrados por constantes vigilias y que los rescataban los lentes cuya armadura descansaba en la corva nariz. Tan buenas disposiciones le habían abierto el camino a la cátedra de Religión en la Universidad Central y de la Historia Eclesiástica, Escritura Sagrada, Teología Dogmática y Moral, Literatura y Filosofía de su comunidad.
Sus sermones eran reproducidos en Quito y Cuenca a través de las revistas de "'El Sagrado Corazón de Jesús" y "El reinado eucarístico del Sagrado Corazón de Jesús", en el periódico "El Pueblo" y en la imprenta del Clero, por eso gozaba de gran aceptación, pero su pensamiento encasquillado en una ortodoxia ya superada en Europa y los Estados Unidos excepto en España por supuesto - de ideas basadas en el gobierno teocrático y absolutista de García Moreno, le daba una tónica de ultra derecha.
El 10 de Agosto de 1.893 pronunció un célebre discurso con motivo del 84
aniversario de la Independencia nacional, editado en 19 pags. en la Imprenta
Clero.
A principios de 1.895, al iniciarse las montoneras liberales en la costa en
protesta contra el negociado de la venta de la bandera, cometió el error de
tomar partido y como Guardián del Convento de San Francisco organizó frecuentes
procesiones por las calles con solemnes rogativas. El 30 de Junio, sabedor que
la revolución había triunfado en Guayaquil, realizó la mayor de ellas con la
participación del Arzobispo Pedro Rafael González Calisto y las demás
comunidades religiosas y aprovechó la ocasión para explicar desde la cátedra
sagrada que "Satanás, salido del infierno o algún emisario suyo de las logias -
en clara alusión al ex Presidente Antonio Flores Jijón – había dividido al único
partido Católico de la República, el Conservador (terrorista o garciano)
fraccionándolo con el Progresismo.... Prendida la tea de la discordia se acercan
el demonio y sus secuaces y cantan y bailan al fulgor del incendio..! Brillante
ejército de mártires, venid y enseñad a este pueblo cómo se derrama la sangre
para defender la fe. Antonio de Padua, hermano mío, martillo de los herejes, ven
a destruirlos! El pueblo, absorto y embobaliconado, respondía Amen.
El 20 de Julio, al arribar a Quito el terrible Obispo de Manabí Pedro
Schumacher y el batallón Cuarto de Línea al mando del Coronel Ricardo Cornejo,
tras una aparatosa retirada huyendo de las guerrillas liberales de Manabí y
Esmeraldas unidas, estuvo entre los que conformaron la comisión de recepción y
el Obispo ingresó entre el Nuncio y el Arzobispo, guirnaldas y arcos. El 7 de
Agosto Alfaro triunfó en Gatazo y el 4 de Septiembre entró victorioso en
Quito.
Angustiado por sus anteriores imprudencias, Aguirre emprendió el voluntario
camino del ostracismo y fue a parar al Convento franciscano de Cali donde se
mantuvo siete años, que no fueron del todo desaprovechados pues le sirvieron
para emprender dos viajes a Lima y dos a Europa, donde también se hizo conocido
por sus notables facultades admirando a los auditorios más selectos y cultos de
varias capitales
En 1.902 regresó a Quito tras acogerse al Decreto de Amnistía del
Presidente Leonidas Plaza. Manso y humilde volvió al convento franciscano.
Habían pasado los tiempos de las cruzadas, existía otra visión, recién comenzaba
el siglo XX pero ya la gente no se ocupaba de la cátedra sagrada ni esos
oradores tenían alguna importancia. Su fama ya no volvió a ser lo mismo, pues la
modernidad es enemiga del dogma.
De allí en adelante y fiel a su ministerio, volvió a ocupar la cátedra
sagrada pero discretamente. En 1.903, al crearse en Roma la Comisaría General de
la Orden Franciscana en el Ecuador, le fue concedida tal dignidad, que ocupó por
muchos años porque los padres Dionisio Schuler y Pacífico Monza, Ministros
Generales de la Seráfica Orden en Roma, le tenían en elevadísimo concepto.
En 1.910 pronunció una célebre Alocución patriótica con motivo de la
bendición de la bandera del Batallón No. 7 que marcharía a la provincia de El
Oro durante la movilización nacional. El 17 fue designado Visitador General de
la Provincia franciscana en el Perú, comisión delicadísima que ejecutó con
inteligencia y sagacidad.
Murió en el convento quiteño el 13 de Febrero de 1.919 de solo 67 años de
edad, a causa de una congestión pulmonar, pues siempre había sido de contextura
más bien delicada. El Partido Conservador dictó un encomiástico Acuerdo en su
memoria y el 14 de Marzo se celebraron sus exequias en el templo de Santo
Domingo de Cuenca. Nicanor Aguilar tomó la palabra.
En 1.924, gracias a la munificencia de Jacinto Jijón y Caamaño se editaron
en Quito sus "Obras Oratorias" en tres volúmenes de 456,512 y 515 págs. de
suerte que a través de ellas se puede establecer su pensamiento, que dedicó casi
por entero a asuntos religiosos y dogmáticos, aunque por ser orador de mérito no
es lo mismo leerlo hoy en día, que escucharlo, como cuando atraía las masas a
los templos donde iba a predicar.
Fuente: diccionariobiograficoecuador.com
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