Inés Arango Velásquez nació el 6 de abril de 1937 en Medellín, Colombia. Entró a la Congregación de las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia y adoptó el nombre de María de las Nieves de Medellín, cumplió las obligaciones de la Congregación y pasó a ser religiosa profesa. Llegó a Shushufindi en 1977.
Por su labor se realizó un proceso de canonización de Alejandro Labaka y de Inés Arango el 4 de julio de 1994.
Religiosa Colombiana, nacida en Medellín, el 6 de abril del año 1937 y muerta en la selva ecuatoriana alanceada por los indios Tagaeri el 21 de julio de 1987.
FAMILIA E INFANCIA
Por su labor se realizó un proceso de canonización de Alejandro Labaka y de Inés Arango el 4 de julio de 1994.
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Fuente: eluniverso.comReligiosa Colombiana, nacida en Medellín, el 6 de abril del año 1937 y muerta en la selva ecuatoriana alanceada por los indios Tagaeri el 21 de julio de 1987.
FAMILIA E INFANCIA
“Nací libre como el viento
de las sierras antioqueñas”
Así reza el himno de la GRAN ANTIOQUIA, donde vio la luz del día nuestra
muy querida y siempre recordada hermana INÉS ARANGO VELÁSQUEZ.
Entre los más grandes de Colombia
Antioquia es el sexto departamento colombiano en extensión territorial.
Rico en paisajes, montañas, cerros, verdes y frescos calles, ríos, llanuras con
fértiles pastos, hermosas costas a la orilla de los dos océanos que rodean a la
hidalga Antioquia: Océano Atlántico y Océano Pacífico. Situado al noroeste de
Colombia, es un departamento líder y promisorio.
Medellín, su capital “Ciudad Industrial de las flores” “Capital de la
Montaña”, denominaciones que tiene que ver con sus paisajes, sus tradiciones,
sus recursos y deseo de realizaciones, rodeada de montañas y cruzadas de sur a
norte por el río Medellín, el río principal de su hidrografía. Situada en el
Valle de Aburrá a 1.525 metros sobre el nivel del mar, y un promedio de 24
grados, es una de las ciudades más grandes de Colombia.
Fundada en 1.675 y convertida en un gran centro industrial desde los años
30. es hoy por hoy ejemplo de vanguardia y pujanza Antioqueña que con brazos
abiertos recibe visitantes de todo el mundo, Medellín mezcla la majestuosidad
del Valle de Aburrá (llamado así por los indígenas que lo habitan a la llegada
de los españoles), con la armoniosa combinación de estructuras del siglo XX, con
el verde de sus árboles primaverales y as imponentes montañas que sirven de
murallas alrededor de la ciudad.
Para aquel entonces, en tiempo de la niñez de Inés, todavía Medellín no
tenía el aire majestuoso de ciudad, pero ya se vislumbraba el crecimiento y
progreso que iba alcanzando en el campo económico, social, cultural, comercial,
etc. Inés llevaba en sí, muy adentro, el espíritu de verdadera paisa, cuyas
características entre otras son:
Es un ser amable al saludar, fuerte y decidido al estrechar la mano;
malicioso y hábil al hablar de negocios, franco y fiel a su palabra, brusco al
decir la verdad, pero lo que dice es cierto, optimista en la derrota, alegre en
el triunfo. No importa donde haya nacido, porque es tan especial, tenaz,
laborioso, soñador, tierno, honrado, trabajador, hablador, que capaz de nacer
donde le plazca sin dejar de ser un paisa, es regionalista porque se siente
orgulloso de lo suyo y seguro de lo que es. Trabaja a diario por Colombia; le
ama sobre todo y ante todo. Si lo ve podrá decirle al mundo que conoció un
Paisa.
SUS PADRES Y ANTEPASADOS.
En uno de los barrios de Medellín, en el BARRIO BELÉN, vio la luz de l día
una niña para quien la providencia tenía reservados caminos impredecibles.
Allí vivía por aquel entonces el ejemplar y patriarcal matrimonio formado
por don Fabriciano Arango y doña Magdalena Velásquez, descendientes ambos de
raza antioqueña, de fervientes principios cristianos, practicantes y defensores
de su fe, la que sabiamente con palabras pero sobre todo con su ejemplo, con su
testimonio de vida, fueron infundiendo cada día a sus hijos, testimonio que dejó
en ellos huellas imborrables y fue siempre una impronta que los guió y definió
en sus decisiones ante la vida y como cristianos.
De esta unión matrimonial vino al mundo una corona de 12 hijos: 5 varones y
7 mujeres, familia que iba creciendo y bebiendo de tan precioso árbol la
nutriente savia que alimentara la vivencia de una vida de fe, de temor de Dios,
y de confianza sin límites en la Providencia.
El ambiente familiar de donde provenían don Fabriciano y Doña Magdalena,
fue un ambiente “levítico”. Ellos mismos fueron alimentados y vivificados en
hogares recios y fuertes en virtudes. Sus familias provenían de esos troncos que
a manera de robles se yerguen para responder valientes las arremetidas de la
vida. Encontramos en su árbol genealógico hermanos, tías y tíos sacerdotes,
misioneros y sobre todo una familia muy enraizados en el árbol franciscano ¿Qué
extraño que al formar su hogar, fuera éste una prolongación y remedo de lo que
cada uno vivió en el suyo?
En la unión matrimonial formada por don Fabriciano y doña Magdalena se
dieron a cabalidad las características del matrimonio cristiano: unidad e
indisolubilidad, fidelidad y fecundidad. Y como fruto precioso Dios les regaló
doce hermosos y promisorios descendientes: Hernán, Fabiola y Orfa; Rafael, Otto,
Ángela, Magdalena, León y Conrado, Cecilia, Inés y Ana Isabel.
Siete mujeres, cinco varones, siendo Inés entre los doce, la undécima, Cada
nuevo hijo traía a la familia nueva alegría, nuevas esperanzas, nuevo planes de
vida para el futuro.
La vida en familia se iba desarrollando normalmente: un papá laborioso
dedicado a su trabajo en la Banca, donde fue escalando diversas posiciones,
gracias a su dedicación honradez y pulcritud de costumbres, un poco apretada la
situación económica, según testimonio de uno de sus propios hijos, y nada de
extrañar, debido al duro pero gozoso compromiso y a la obligación moral de
sostener y levantar familia tan numerosa, doña Magdalena dedicada de lleno al
cuidado de sus hijos y del hogar; laboriosa y difícil tarea. Gracias a que aún
no se ha dado la liberación femenina, tuvieron estos hijos la fortuna de gozar
de lleno de los cuidados, mimos y detalles de su mamá.
Fue un hogar alegre y dinámico, con la presencia de chicos llenos de vida,
energía e inquietud. Hogar de sanas costumbres y tradiciones, no fue golpeado
por la degradación de sus raíces, tales como la ambigüedad acerca de la relación
de autoridad entre padres e hijos, ni por la desintegración familiar, etc. Al
contrario, fue un centro de transmisión de valores con el testimonio de cada
día, viviendo a cabalidad o aprendiendo de sus mayores las costumbres de la
época,: misa diaria desde pequeños los que eran conducidos por sus padres,
rosario, catecismo dominical, salidas y expansiones siempre juntos, todo un
beber en las fuentes el agua fresca de una fe robusta, futuro esperanzador para
esos hijos que poco a poco se van abriendo a la vida y buscaron quien antes,
quién después, su realización personal sin encontrar oposición, sino orientación
y apoyo en clima de libertad.
En cuanto a su hogar, Cecilia su hermana dijo:
“Nuestro hogar podemos decir que fue modelo de piedad, fervor y
religiosidad, ya que mis padres fueron verdaderamente cristianos. Con un gran
amor a la Virgen Dolorosa, todos los problemas eran colocados en sus manos…
todas las noches se rezaba el rosario y antes de ir a la cama cada uno pedía la
bendición y recomendaba se le llamara para ir a la Misa al día siguiente”
Con el pasar de los años estos hijos fueron encontrando caminos de futuro y
se organizaron: Fabiola, Cecilia e Inés, Terciarias Capuchinas. Los varones
todos, formaron sus hogares y los bendijeron con el sacramento del matrimonio,
semilleros y ejemplo para sus hijos, dando lo que ellos recibieron en
abundancia… hombres de negocios, profesionales otros, comprometidos con Dios,
con la patria y con la sociedad a la que pertenecen o pertenecieron. Al igual
que Orfa, Magdalena y Ana Isabel, Ángela permanece soltera, desde ese estado
realiza un importante papel como cristiana comprometida, respondiendo desde allí
a su plan de salvación, porque aunque estuvo algunos años formando para de la
comunidad de Hermanas Terciarias Capuchinas, poco a poco fue discerniendo que su
lugar estaba como laica, ayudando a quienes lo necesitan, y como lo hace cada
uno y cada una, desde el lugar de su realización y cumplimiento de su misión.
Para este momento, ya varios han pasado a la Casa del Padre: Rafael, Otto,
Conrado, Orfa.
BAUTISMO CONFIRMACIÓN, PRIMERA COMUNIÓN
La pequeña Inés recibe, como todos los niños de la época, las aguas
bautismales a los pocos días de nacida, en la Iglesia Parroquial Nuestra Señora
de Belén, costumbre con la cual la Iglesia quiere ser fiel al mandato del Señor
y además, siempre ha estimado que no se debe privar a los niños del bautismo
durante mucho tiempo, sin justa causa. Es también una tradición memorable que se
debe respetar. Este acontecimiento produce en la familia alegría y
regocijo.
Siguiendo el hilo conductor de su infancia, llegamos a la recepción del
Sacramento de la Confirmación, donde reafirma su condición de cristiana,
adquiere una configuración más profunda con Cristo y una mayor abundancia del
Espíritu Santo, Espíritu que le dará la plena madurez en la fe hasta las últimas
consecuencias, hasta la inmolación en la cruz del martirio, como en ella se
realizó.
Recibió este sacramento el 6 de octubre de 1940 de manos del entonces
Arzobispo de Medellín, Monseñor JOAQUIN GARCÍA BENÍTEZ, sacramento que recibió
en compañía de su hermana Cecilia. Tenía entonces 3 años y medio.
La Primera comunión la recibió en el Colegio de la Presentación de Medellín
cuando cursaba el Infantil, apenas abriéndose a la vida, y con el entusiasmo y
la limpieza de quien en la flor de la inocencia se acerca a recibir al dueño de
la vida desde siempre y para siempre.
La niñez de Inés sigue su curso, desarrollándose al ritmo de las exigencias
y costumbres de cada día, suave y tranquila al lado de sus padres, hermanos y
hermanas en actividades, juegos y distracciones propias de su edad.
En 1944 ingresa al Colegio de la Presentación donde cursa el Infantil y los
grados primero y segundo de educación primaria. Los grados tercero, cuarto,
quinto y parte del 1º. De Bachillerato los cursa en la escuela normal de la
ciudad, dirigida por honorables y especializadas pedagogas, muy admiradas en la
sociedad.
Sus actividades en esta época son las normales para una niña de su edad:
asiste puntual y gozosamente al Catecismo Dominical, donde participa de todo lo
planeado y organizado por quienes lo dirigían. Es huésped seguro en las fiestas
infantiles a las que asistía en compañía de sus hermanas, ya que vivaracha como
era, todo lo disfrutaba a cabalidad. En Navidad asistía al rezo de la Novena al
Niño Jesús y participaba del canto de villancicos y coros navideños.
ADOLESCENCIA Y JUVENTUD
ADOLESCENCIA Y JUVENTUD
Con el devenir de cada día, Inés fue entrando en la adolescencia, periodo
crítico plagado de ajustes y problemas. Se entra en la adolescencia con buena
parte de los sentimientos, actitudes, capacidades y dependencias de la vida
anterior. Lo normal es que culminada esta etapa ya se esté preparando para
comportase como persona responsable y adulta.
Un autor desconocido escribe acerca de esta etapa:
“No estás sólo. Perteneces a una familia y a unos amigos. Formas parte de
un pueblo o ciudad, de una tierra, de un país y de una cultura. Goza y disfruta
con las cosas y personas que la vida ha puesto en tu camino; hacerse mayor es
una hermosa aventura que exige esfuerzo y no un juego para caprichosos”.
Como su hermana Fabiola, Terciara Capuchina, había sido trasladada a la
Normal La Mercede Yarumal, dirigida por esta comunidad religiosa, Inés se fue a
su lado a continuar sus estudios; ahí termina el 1º. Bachillerato que había
iniciado en la Normal Antioqueña cursa además el 2º. e inicia el 3º. Esto hasta
1953, cuando su hermana es trasladada nuevamente y entonces Inés también
emprende viaje de regreso a Medellín.
Al regresar de Yarumal, en su casi obsesión por realizar su sueño
misionero, resuelve entrar de aspirante a la Comunidad de las Hermanas
Misioneras de la Madre Laura, donde solo permaneció por escasos meses, fue un
paso fugaz, ligero, como decisión tomada también a la ligera por una adolescente
sin experiencia de la vida,. Su destino estaba en otro lugar, ya la Providencia
le iría mostrando los caminos, como en efecto sucedió. Al salir del aspirantazo
en 1953 se matricula en el Colegio María Auxiliadora dirigido por las Hermanas
Salesianas, donde termina el tercer año de bachillerato y cursa el 4º.
año.
En esta época de su adolescencia se descubren en ella rasgos muy
característicos de su edad y su temperamento: decisiones rápidas y poco
estables; temperamento franco, ardiente, búsqueda de un ideal que para aquel
entonces, aún no lograba. Sus hermanas carnales, sus compañeras de colegio, han
dejado constancia de en sus testimonios de algunas manifestaciones en su actuar.
La describen: amante y delicada con sus padres y en general con su familia, muy
fuerte su devoción a la Sma. Virgen, su amor por las misiones por las que
trabajó con empeño y dedicación en las jornadas misionales que se organizaban.
Por sus venas corría sangre misionera, familiares muy cercanos de sus padres se
destacaron como misioneros infatigables. Cuenta una prima salesiana que cuando
recibió la primera comunión le dijo: “Yo seré monjita para entregarme a las
misiones”
Se granjeaba el cariño de cuantos rodeaban por su sencillez y su alegría.
Tenía una risa contagiosa, amante de la verdad, era transparente, no aceptaba
nada incorrecto, lo que la hizo aparecer a veces como intransigente, poco
tolerante.
De gran sensibilidad para con los pobres y necesitados. Del dinero que le
daban para sus dulces y gastos semanales reservaba para compartir con ellos,
sobre todo con los indígenas que siempre fueron soñado ideal. Tuvo muchos
admiradores, pero su vista miraba otros horizontes, cuando se presentaban para
visitarla siempre buscaba quien la sustituyera, el Señor no la llamaba al
matrimonio, así lo expresó en varias oportunidades.
NACIMIENTO DE SU VOCACIÓN.
NACIMIENTO DE SU VOCACIÓN.
“Mi vocación es un fuego que llevo en el alma, con susurros de amor y de
calma, como un viento que corre veloz, no es ilusión, no”
Cantaba con energía y alegría. Desde pequeña Inés sintió siempre en su
corazón el fuego abrasador que la impelía a mirar hacia arriba y escalar las
alturas de la santidad y de la entrega. La gracia de Dios la iluminó e impulsó a
consagrarse a Dios plenamente y para siempre. Son llamadas a las que no se puede
resistir sino que llevan a la entrega sin reservas.
Fiel a este fuego e impulso misionero ingresa en la comunidad de las
“Hermanas Misioneras de María Inmaculada y de Santa Catalina” comúnmente
conocidas como Misioneras de la Madre Laura o más familiarmente, Lauritas.
LAS MISIONERAS DE LA MADRE LAURA Son una congregación colombiana, netamente
misionera, fundada para construir el reino desde los más pobres, por la Madre
LAURA MONTOYA UPEGUI, nacida en Jericó, Antioquia, Colombia, en 1874 y muerta en
Medellín el 21 de octubre de 1949.
El 5 de mayo de 1914 salieron de la ciudad de Medellín, Laura Montoya
Upegui en compañía de su madre y cinco jóvenes valerosas, iniciando lo que ella
denominó “la obra de los indios”. El 14 de ese mismo mes y año, funda la
congregación en las selvas antioqueñas de Dabeiba, con los indígenas
Catíos.
La madre Laura tuvo una visión universal de su misión, celo sin límites de
lugar, ni personas, ni tiempo, se afirma en su biografía; al morir la madre
Laura deja 90 casas fundadas en tres países: Colombia, Ecuador y Venezuela, y su
carisma misionero sigue latente como respuesta al “tengo sed” grito de Jesús en
la cruz desde el abandono y la marginación en que se encontraban los indígenas.
A esta congregación ingresó Inés cuando regresó de Yarumal, movida por el
anhelo, casi que obsesión de ser misionera, ye entregarse a la evangelización de
los indígenas; decisión ligera, sin mucha maduración, propia de sus edad
adolescente, pero de admirar porque dio el primer paso para alcanzar lo que
tanto anhelaba. Pero así como ingresó, rápidamente, así fue su decisión para
salir.
Permaneció únicamente por tres meses. Fue un paso fugaz, tres meses, pues no era el lugar para la realización y consumación de su vocación, y mas concretamente de su vocación misionera, solo que en su inquietante búsqueda creyó seria en el seño de esa comunidad donde encontraría el terreno propicio para la realización de sus sueños, pero… mis caminos no son vuestros caminos.
Permaneció únicamente por tres meses. Fue un paso fugaz, tres meses, pues no era el lugar para la realización y consumación de su vocación, y mas concretamente de su vocación misionera, solo que en su inquietante búsqueda creyó seria en el seño de esa comunidad donde encontraría el terreno propicio para la realización de sus sueños, pero… mis caminos no son vuestros caminos.
Cuenta una de sus hermanas, que una tarde llegó al convento de la Madre
Laura doña Magdalena, su mamá, a cancelar el aporte que debían hacer las
aspirantes; no la llamaron donde su mamá, pero ella, no se sabe cómo, la vio
llegar y cuando se disponía a regresar a casa, la llamó y le dijo desde lejos,
“mamá, espéreme que yo me voy con usted, yo no que quiero quedar más aquí”
¿Motivo?... en última instancia, caminos de la Providencia que guía amorosamente
nuestros pasos en el caminar hacia el Padre, porque “Yo soy el barro, Tú eres el
Alfarero Señor”. Al retirarse del aspirantazo de la Madre Laura, continúa
estudiando el 3er. Año de bachillerato en el colegio de María Auxiliadora
dirigido por las Hermanas Salesianas. Corría el año 1953.
Las Hermanas Terciarias Capuchinas fueron para Inés como un ambiente
natural desde su infancia, puesto que su Hna. Fabiola ya pertenecía por aquel
entonces a esta comunidad y así tuvo desde pequeña la oportunidad de
familiarizarse con las hermanas, conociéndolas poco a poco.
Esta comunidad fue fundada por FRAY LUIS AMIGO Y FERRER Obispo de Segorbe,
el 11 de mayo de 1885.
En 1884 el joven Luis de Massamagraaell contaba solo 30 años, cuando movido
por el Espíritu emprendió la colosal aventura de fundar esta comunidad, y cuatro
años más tarde fundó la Comunidad de los Padres Terciarios Capuchinos de Ntra.
Señora de los Dolores.
El Padre Luis había nacido en Massamagrell – España – el 17 de octubre de
1854. Desde niño sintió la llamada del Señor para consagrarse a su servicio.
Después de vencer varias dificultades ingresó a la Orden Capuchina en Bayona
Francia, el 12 de abril de 1874; tenía entonces 19 años; al regresar a España
fue ordenado sacerdote en 1879.
Desde Massamagrell, su pueblo natal, ejerció su apostolado con varios
grupos seglares y fue precisamente trabajando con estos grupos donde recibió la
inspiración de fundar sus dos congregaciones, como él mismo lo escribe:
“El progreso siempre creciente de la Tercera Orden Seglar y el deseo de
mayor perfección de algunas almas que querían consagrarse a Dios, me impulsaban
ya mucho tiempo a intentar la fundación de una Congregación de Religiosas
Terciarias Capuchinas y, creyendo ser voluntad de Dios, empecé a escribir unas
Constituciones implorando para ello el auxilio divino”
La forma cómo surge esta Congregación pone de manifiesto los designios
ocultos del Señor. El Padre Luis al escribir las Constituciones dejó muy en
claro el espíritu propio de la Congregación. Le debe distinguir el espíritu
cristiano en el amor y enmarcar su vida en la penitencia y en la minoridad
franciscanas, dedicándose unas veces a la contemplación y otras a socorrer, con
dedicación y esmero, las necesidades corporales y espirituales de sus prójimos,
como la expresa en sus escritos:
“Las hermanas servirán al Señor en vida mixta, entregándose unas veces a
las dulzuras de la contemplación y dedicándose otras, con solicitud y desvelo al
socorro de las necesidades corporales y espirituales de sus prójimos, en los
hospitales, asilos y casas de enseñanza… si en algún día La Sagrada Congregación
de Propaganda FIDE las pidiese para las misiones entre infieles, se prestarán
con toda docilidad”.
En 1885 el mismo año la fundación de las Hermanas Terciarias Capuchinas se
desató en España, y sobre todo en Valencia, una terrible epidemia de CÓLERA
ASIÁTICA que afectó profundamente la población, a tal punto que no encontraban
quien atendiese a los enfermos ni quien le diera sepultura a los muertos.
Las autoridades angustiadas acudieron al Padre Luis pidiendo su heroica
ayuda. Él expuso la situación al grupo de Hermanas que apenas iniciaban. Todas
se ofrecieron generosamente. Cuatro se fueron a prestar el servicio en
Massamagrell, y tres de ellas murieron contagiadas de la enfermedad.
Dejemos que sea el Padre Luis quien nos narre:
… “Por ser este un acto heroico me limité a exponer a las religiosas la
petición y decirles que si alguna se veía con ánimo para ejercer la caridad me
lo dijese. No hubo alguna que no se ofreciese al sacrificio. Se designaron
cuatro que fuesen a Massamagrell…”
El diario “Las Provincias” se hizo eco del heroísmo de las hermanas de la
naciente comunidad;
“Una simple invitación que los vecinos de Massamagrell hicieron a las
hermanas terciarias capuchinas ha sido bastante para que se ofreciera toda la
comunidad a asistir a los enfermos coléricos, siendo preciso que la superiora
contuviera su fervor marchando solo alguna de ellas… es de desear que estas
heroicas mujeres que en aras de la caridad corren a los sitios más peligrosos
para cuidar a los coléricos, se prevengan en lo posible la epidemia”.
Como se aprecia, ya desde sus inicios la congregación da muestra de la
entrega y vocación martirial de sus miembros.
Corría el 1954, año centenario del nacimiento del Padre Luis; una solemne
celebración Eucarística se había preparado en el Noviciado Getsemaní, situado en
Medellín, Belén para conmemorar este gran acontecimiento. A esta celebración
fueron invitados los familiares de las hermanas, y la Hna. Fabiola hizo a Inés
una invitación especial. Como era de esperar, la inquieta y dinámica Inés
asistió llena de entusiasmo.
“En esta celebración iba a ingresar una joven – cuenta su hermana Cecilia
que en aquel momento era novicia terciaria capuchina – cuando Inés se dio cuenta
de ello, acudió donde la Madre Provincial, y le pidió que la recibiera. Ella le
respondió que imposible, que estaba muy joven y que sus papás no sabían nada;
siguió insistiendo y entonces la Madre llamó a Fabiola y le consultó. Decidieron
entonces que ingresara y llamaron a la casa para dar esta noticia a mis padres,
quienes al instante acudieron presurosos para asistir al ingreso… ”
Y en otra nota apunta la misma hermana:
“Su ingreso fue a las 11 a.m. después de la Misa Solemne en una sencilla
ceremonia en la que se cantaban la Salve Regina, y luego el abrazo de toda la
comunidad como señal de acogida. Desde ese momento solo pensaban en su misión,
cada vez que tenía oportunidad de manifestar este deseo, lo hacía”.
SOR MARIA NIEVES DE MEDELLÍN
SOR MARIA NIEVES DE MEDELLÍN
Con inmensa alegría, no pos eso sin dolor, Inés se despidió de los suyos,
feliz de iniciar el camino que tanto había buscado y anhelado y que al fin se
veía transitándolo en búsqueda de la realización de su ideal.
La esperó y acogió su familia religiosa quienes con verdadero amor fraterno
la recibieron con un abrazo que no se quedó en simple símbolo de acogida, sino
que se fue haciendo día tras día realidad. Inició entonces el Postulantado,
tiempo destinado a la preparación para recibir el Hábito religioso, tiempo
previo al Noviciado.
“Porque es imposible conocer a primera vista las cualidades de una joven y
su vocación, ni esta, si los rigores de la Orden son o no sobre sus fuerzas, por
eso antes de darle el Santo Hábito, se le tendrá como postulante, el cual tiempo
pasará en el noviciado siguiendo en un todo los ejercicios a que se emplean las
novicias”.
Su maestra de Postulantes, la Hermana Esperanza Vélez en sus testimonios
nos dice de ella, acerca de cómo la vio en el postulantado.
“Era una persona muy decidida en su vocación, alegre y fervorosa
especialmente en sus relaciones con el Señor Sacramentado y con la Inmaculada,
una persona muy servicial dispuesta para todo, ningún trabajo era grande para
ella, inquieta espiritual y físicamente, no se sabia estar en un solo punto
mucho tiempo, era activar por naturaleza, de un modo de ser muy agradable, buena
con sus compañeras, amiga de ayudar al que necesitaba y como tenía muchas
cualidades podía ayudar mucho, porque no solo intelectualmente era muy
capacitada, sino que humanamente tenía muchos dotes. El defecto que siempre se
le corrigió a Inés era que era muy primaria, sus respuestas duras que de
inmediato le causaban remordimiento, porque era una persona muy delicada de
conciencia, como ella era así a la carrera quería que todo el mundo marchara a
su compás y eso no se consigue”.
El periodo duraba seis meses o un poco más los que pasó en el Noviciado
“Getsemaní” en Medellín. Transcurrido este tiempo tiene lugar la “Toma de
Hábito” el dos de julio de 1955, ceremonia que fue presidida por el sacerdote
José Lozano, terciario capuchino. Como era costumbre recomendada por el mismo
padre Luis, cambió su nombre de pila por su nombre de religión SOR MARÍA NIEVES
DE MEDELLÍN
Con la investigación del hábito se inicia el Noviciado y con esta etapa se
inicia propiamente la Vida Religiosa. Es un tiempo más largo y con mayores
responsabilidades y más fuertes decisiones; tiempo dedicado a que las novicias
se arraigan más en la virtud y adquieran el espíritu seráfico que debe animar a
las hijas del Patriarca de Asís, aprendiendo en que consiste la vida de la
perfecta religiosa y verdadera terciaria capuchina.
El año del noviciado transcurrió normalmente; alegre como era, la infundía
diáfana y ampliamente a sus compañeras, sorteando con valentía las inevitables
dificultades, convencida de que la fe no las elimina y porque sabía que Dios
vela y camina con nosotros aunque algunas veces a distancia. Puede parecer que
Dios está ausente pero El no puede permitir que se hundan los suyos aunque deja
actuar las causas segundas; lo definitivamente grave es el hundimiento de la fe.
Pero pasaron los días e Inés continuó firme en su caminar.
Transcurrido el año de noviciado hizo su Profesión Religiosa el 7 de Julio
de 1956 en Eucaristía que presidió el Padre Aureliano Restrepo, cuando contaba
con 19 años de edad.
Con la Profesión Religiosa terminó la etapa de formación y pasó entonces a
ejercer el apostolado en las diferentes obras que tenía la Provincia de San
José. Fue designada para dedicarse a la tarea de la Educación.
SOR MARIA NIEVES COMO RELIGIOSA Y COMO EDUCADORA
SOR MARIA NIEVES COMO RELIGIOSA Y COMO EDUCADORA
Desde siempre y por siempre Inés soñó con ser misionera lo hemos afirmado
ya varias veces, y misionera entre indígenas, pues en el sentido amplio de la
palabra, todos somos misioneros al cumplir cada día la misión que Dios nos
encomienda.
Como la Provincia no tenía obras dedicadas a las misiones entre indígenas,
fue destinada a trabajar en los colegios que tenía la Provincia a los que Inés
les dedicó buena parte de su vida, con entrega, dedicación y esmero. Prueba de
ello son los diferentes testimonios emitidos por sus alumnas y hermanas que
trabajaron con ella.
Inicia su misión como educadora, al estilo de Jesús, como misionera
itinerante, por quien ella se dejó guiar, combatiendo con energía las
debilidades naturales con fuerza certeza y seguridad a la manera de San Pablo:
“Sé de quien me he fiado”. Cumplió con dedicación su trabajo, con sentido de
humor para ver la vida con alegría y optimismo. Por eso porque era una hermana
alegre, era de esas personas que conservan siempre su juventud, por eso era muy
atrayente para con las alumnas con quienes siempre tuvo muy buenas relaciones;
exponía sus puntos de vista sin violentarlas, les sabía exigir cuando era
necesario sin violentarlas. La Hna. María nieves, la joven educadora, gozó
siempre de gran acogida entre sus alumnas, quienes acudían a ella a pedir
orientaciones especiales en sus momentos difíciles y siempre se retiraban
confortadas y animadas.
En 1956 apenas emitió su primera profesión fue destinada al colegio
“Manuela Beltrán” en Versalles (valle del Cauca), pero al siguiente año 1957
pasa al Colegio “Santa Inés en Bolívar 8Antioquia). Su Superiora local, la Hna.
Blanca Myriam Arroyave, en su testimonio entre muchas cosas dijo:
“… El Señor me regaló convivir con la Hna. Inés en dos ocasiones, en
Bolívar y años después en Armero, la conocí muy a fondo, guardo gratos recuerdos
de ella y ahora como en aquel entonces sigue siendo mi ayuda. Fue siempre la
persona generosa, activa, en sumo grado, nada se le dificultaba… leía en su
mirada franca y sincera que me decía: ¿qué necesita? La alegría fue siempre una
característica muy especial suya…”
En 1958 fue trasladada al Colegio “Santa Rosa de Lima” en Jericó
(Antioquia); aquí emitió su profesión perpetua el quince de agosto de 1959 al
cumplir tres años de votos temporales, en Eucaristía oficiada por el Señor
Obispo de la Diócesis Monseñor Antonio José Jaramillo.
Allí estuvo acompañada por su familia en momento tan importante y decisivo
para quien ha consagrado su vida al Señor, y poder hacerlo ahora en forma
definitiva; esto en lenguaje jurídico, puesto que teológicamente hablando la
entrega definitiva ha sido desde el sí de la Primera Profesión.
Acariciando y esperando el momento de marchar a las misiones, continúa
prestando sus servicios como educadora. En 1960 estuvo como en la Norma “Nuestra
Señora del Carmen” en Cereté (Cordoba), donde además obtuvo su título de
Normalista Superior en 1964. Continuó laborando en el mismo establecimiento
hasta cuando al finalizar 1967 es trasladada al Colegio “Sagrada Familia” en
Armero (Tolima)
De sus alumnas se tiene testimonios valiosos y gratificantes. Citamos los
de Eyder Tocher hoy terciaria capuchina:
Escribiendo a hna. Cecilia Arango le dice:
“Tú sabes el cariño la gratitud de quienes tuvimos la dicha de ser sus
alumnas y más las internas… vivimos tan cerca alegrías, triunfos, fracasos,… ese
pequeño cuerpo encerraba un alma gigante,… aprendí de ella como de un libro
abierto, porque su vida fue perenne testimonio de entrega, de abnegación. Inés
no conocía el cansancio para entregarse y servir”.
Los años 1969 – 1971 los vive en la Normal “La Merced” de Yarumal donde
encontró gratos recuerdos de su adolecía y donde encontró a la Hna. Esperanza
Vélez como superiora de la Comunidad, las mismas hermanas que había sido su
muestra de postulantes….
Pasa luego al colegio de María de El Peñol (Antioquia), en 1974 fue
trasladada al Colegio La Inmaculada de Puerto Berrío donde regresó en 1976,
después de estar en el colegio La Inmaculada de Medellín y nuevamente en Armero
en 1975.
Veinte años de paciente y desesperada espera para ser “misionera de verdad”
como ella misma lo decía. Veinte años como educadora cuando su mirada siempre
estuvo con las misiones, pero es Dios quien mueve y el hombre es movido por
Dios.
“Yo me entré para ser misionera y me han dejado de maestra, ayúdeme usted
que puede”, decía a la Hna. Ana Dolores Rojo en diálogo con ella, Superiora
provincial de entonces. El Evangelio invita a estar abiertas a eventualidades
dispares y opuestas.
“Una mujer dinámica, entusiasta, activa, emprendedora, destacaría
especialmente su dinamismo y su sentido de responsabilidad, su inquietud por la
evangelización. Yo la conocí en Armeo, y además desde su trabajo como educadora
con Amelia Echeverri se iban después de terminar las clases del colegio a una
hacienda a dar catequesis a los niños que se preparaban para recibir los
sacramentos; yo admiro mucho ese trabajo, porque el clima de Armero es muy
fuerte, demasiado caliente, ellas no conocían la fatiga… Dentro de la comunidad
era muy diligente y ágil poco paciente para acostumbrarse al ritmo de los otros,
un poco colérica y tajante, cuando tenía que decir las cosas, su dinamismo la
llevaba actuar así. Esto aunque pudiera verse como negativo es también muy
positivo depende de uno según con quienes uno viva; personas así ayudan a
despertar una comunidad a dinamizar un grupo”.
Y llegó la hora marcada y fijada por Dios para abrir a Inés el camino hacia
la plenitud de sus sueños e ideales durante una vida y una larga espera
¡Misionera de verdad!
Fue su único ideal, como lo repitiera meses antes de morir, sueño al que
hubo que esperar para verlo realizado, pero no porque ella no lo hubiera buscado
y tocado en muchas puertas sin obtener respuesta inmediata. Cuando la provincia
de la Inmaculada empezó una misión en el Zaire. Inés pensó que también ella
podría ser misionera en África, como 5 hermanas de esa provincia que en 1971
llegaron a Kansenia.
En 1973, cuando se hablaba de la misión en Mitú a cargo de la Provincia del
Sgdo. Corazón en los Llanos orientales de Colombia, Inés presentó una petición
escrita para formar parte de la misma, pero esta solo se inició en 1978.
A petición del Superior de la Misión de Aguarico en el Ecuador y Prefecto
Apostó lico de entonces Monseñor Jesús Langarica, las hermanas Terciarias
Capuchinas llegaron a Ecuador en 1977 y en esta ocasión Inés fue designada para
ir a trabajar en esa misión.
Al fin se cumplió su sueño tan acariciado, anhelado y esperado, ahora sí
¡misionera de verdad! Ahora sí tiene ante ella el inmenso horizonte y las selvas
tanto tiempo deseadas y añoradas.
Ahora puede respuesta a esa vocación especial a la que el Señor le llamó,
inmenso regalo como toda vocación; ahora puede saciar la sed de Jesús entre los
más pobres y necesitados.
Nuevamente es la hna. Cecilia habla y describe la vocación misionera de su
hermana, desde su pronto de vista:
“Tuvo que esperar 20 años para que al final la mandaran a las misiones.
Llegado el momento no vaciló. Tenía muy claro en su mente y corazón las
características de un buen misionero: pobreza absoluta, desprendiéndose de sus
seres más queridos, su patria y hasta de su lengua, ya que tenía que aprender
algunos dialectos, pero feliz marchó, sin tener en cuenta la enfermedad de mi
mamá y también su edad avanzada. Marchó con el mayor entusiasmo y alegría sin
limites… en todo lo que hacía y admiraba, contemplaba la presencia de Dios como
lo hiciera San Francisco de Asís”
Inicia Inés una nueva etapa de su vida, llena de ilusiones y plena en
realizaciones, esperando llevar a cabo los planes que durante una vida acarició,
asumiendo realidades impensables pero aceptadas de antemano, pues bien sabía los
riesgos que correría en sus peligrosos pero anhelados viajes en la misión. Fue
su gesto, fue su anhelo, fue su ideal.
Nota. Desde su llegada a Ecuador, la vida de Hna. Inés corre paralela con la de Mons. Alejandro Labaka hasta su muerte.
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Hna. Estela Gómez Pineda. Terciaria capuchina.
Nota. Desde su llegada a Ecuador, la vida de Hna. Inés corre paralela con la de Mons. Alejandro Labaka hasta su muerte.
También sus tumbas están juntas en la catedral de Coca.
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Hna. Estela Gómez Pineda. Terciaria capuchina.
Fuente: alejandroeines.org
El Martirio:
Un día bajaron ambos en un claro de la selva, donde los indígenas estaban protegidos. Monseñor desciende primero y se despoja de sus ropas. Inés guarda en un bolsillo el paño que cubría su cabeza y se quita los zapatos.
El helicóptero se aleja. Al día siguiente, al amanecer, monseñor yace sobre el tronco de un árbol derribado, con ochenta y cuatro lanzas taladrándole el cuerpo… y cerca de otros ochenta orificios en el cuerpo.
Ella está sentada en la entrada de la casa de los indios, con veintiuna lanzas en su carne, los hombros desencajados, los ojos en dirección al cadáver del obispo, la boca entreabierta.
Video:
El martirio es un fragmento de HÁGASE TU VOLUNTAD de william Ospina 🙂
ResponderBorrarLos santos son la Elite de la Iglesia, Gloria a Dios por la Hermana Ines y por Monseñor Labaka. Por su gran compromido con la evangelizacion.
ResponderBorrarimpactante su historia, loable su labor
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