jueves, 13 de julio de 2017

Fray José María Aguirre Moreno

Fray José María Aguirre Moreno
Diciembre 21, 1851 - Febrero 13, 1919

ORADOR.- Nació en la población de El Valle, cercana a Cuenca el 21 de Diciembre de 1.851 y le bautizaron con los nombres de Miguel Tomás Vicente. Sus primeros años los pasó bajo la protección de su tía Francisca Moreno. Muy Joven cursó Humanidades Latinas en el Colegio Seminario apasionándose por la Filosofía y los idiomas al punto que aprendió francés con la ayuda de un Diccionario.

En 1.869 entró a la recién creada Facultad de Jurisprudencia, formó parte de la Sociedad de la Esperanza, colaboró en su órgano "La Aurora" y al terminar la carrera rápidamente y con brillantez, se sintió atraído por la vocación religiosa y viajó el 71 a Quito, pidiendo su ingreso en el templo franciscano y se le vió desde entonces en los claustros, pero su salud se resintió con la estrictes de la regla y los superiores le aconsejaron que no continuara. Matriculado en la escuela Politécnica de los sabios jesuitas alemanes tampoco persistió, pues su vocación era humanística y no científica, aunque tenía la inteligencia abstracta.

Su amigo, el Obispo de Cuenca, Remigio Estévez de Toral, que conocía su talento, le invitó a abrazar el estado sacerdotal y concedió el diaconado en 1.872, año en que se trasladó a Chile para lograr el Doctorado en Teología y Derecho Canónico, que finalmente alcanzó el 76, recibiendo el Presbiterado y finalmente el Sacerdocio en la iglesia de Santa Clara de Vitoria el 8 de Octubre, de manos del Obispo de La Serena, José Manuel Orrego, quien le solicitó con insistencia que se quedara en Santiago a ejercer su ministerio, propuesta que le formuló en varias ocasiones, pero Aguirre no aceptó.

En 1.879, nuevamente en Cuenca, su figura delgada y como recortada por el ascetismo, pronto se hizo popular. Nicanor Aguilar, entonces solamente estudiante, le recordaría años después con la siguiente frase: Sacerdote inolvidable el Dr. Miguel Aguirre, los de mi generación teníamos conocimientos que él existía... Llegaba tras muchos años de extrañamiento y enrolóse para el magisterio... Con que respetuosa y amable curiosidad contemplábamos al joven sacerdote que pasaría apenas de los treinta años. Su fisonomía aguileña y devota solo inspiraba atención y miramientos.

Nada igualaba la amenidad de su trato y el atrayente aticismo de su insuperable gracia, tan inofensiva como cautivadora. Desde el principio las asignaturas que dictaba correspondían a su fama: Filosofía racional y Sagrado dogma, en el Colegio Seminario. Mas, el renombre del catedrático sin igual, llenando los espacios de la gallarda y amplia escuela, llegaba hasta los niños minoristas y supimos que en su método insuperable la doctrina que exponía en cada clase se le ocupaba en escasa media hora y después le era imposible al estudiante, por talentoso que fuese, el aventurar objeción alguna que no estuviese resuelta de antemano en la exposición del luminoso maestro.

Director espiritual del único y notable Colegio de señoritas que funcionaba en esta ciudad, el de los Sagrados Corazones, desde 1.877. El recuerdo de su catequesis, de sus lecciones y su celo perdura sobre el tiempo. En ese mismo plantel y entre la juventud masculina preparaba y dirigía con exquisito gusto literario, los actos que tanto lustre procuraron a las clases estudiosas. En faenas, así útiles, espirituales y cultas, empleaba la mayor parte de su tiempo y se atraía irresistiblemente el profundo aprecio de la sociedad. La predicación del señor Aguirre en época de tanta fé y entusiasmo religioso, constituía en Cuenca la admiración del pueblo. Cuando se anunciaban sus sermones rebosaba la multitud el templo; pues, apto para todas las disciplinas de la inteligencia, el cumplido sacerdote, singularmente lo fue, para la santa predicación.

En Cuenca llegó a ocupar el Vicerrectorado del Colegio Seminario y si llamaba la atención por la eficacia en el método y la amplitud de conocimientos que diestramente transmitía a sus discípulo, mayor admiración despertaba su manera de conducirse y el modo ejemplar que observaba en las practicas del culto, aunque lo más importante de su persona era, como ya se dijo, las dotes oratorias.

El Sermón más recordado, de los que predicó con admiración de todas las clases sociales, fue el de la Octava del Santísimo Sacramento, en la catedral, el 16 de Junio de 1.884, sobre Jesucristo, el pobre del tabernáculo. Por eso, a la sola noticia de que iba a predicar, las gentes acudían en tropel y ponían suma atención, profundo silencio, interrumpido solo por sollozos y lágrimas. Y sintiéndose Aguirre objeto de la expectación, y no queriendo provocar escándalo salió poco menos que escondido y pasó nuevamente al convento franciscano de Quito como simple lego; él, que tenía títulos doctorales y gran mundo por sus viajes y cátedras.

Entre el 85 y el 86 hizo el Noviciado en San Diego y el 29 de Noviembre adoptó el nuevo nombre de José María con promesa de ejercitar invariablemente la humildad, pobreza y castidad.

En 1.888 escribió un artículo necrológico con motivo del XIII aniversario de la muerte de García Moreno, publicado en 26 pags. en la Imprenta del Clero y predicó en San Francisco. Pronto fue considerado el primer orador sagrado de la capital y aunque no poseía las dotes histriónicas que tanto habían distinguido al agustino Manuel Salcedo,tenido por el mayor orador sagrado de su siglo y con quien se le comparaba de continuo, en cambio era más profundo, más conocedor de la doctrina y poseía una sensibilidad casi musical cuando hablaba, que igualmente atraía las multitudes.

Un testigo de la época le ha descrito así: En la tribuna sagrada su figura tornábase imponente: alta, cenceña, algo inclinada hacia tierra como rendida al peso de la modestia, retrataba la tranquilidad interior en el ademán reposado y en la armoniosa ternura de su voz. No clavaba la mirada en el auditorio pero lo dominaba con el peso de la humildad, pues muchos quedaban cautivos de esos ojos bajos que parecían entrecerrados por constantes vigilias y que los rescataban los lentes cuya armadura descansaba en la corva nariz. Tan buenas disposiciones le habían abierto el camino a la cátedra de Religión en la Universidad Central y de la Historia Eclesiástica, Escritura Sagrada, Teología Dogmática y Moral, Literatura y Filosofía de su comunidad.

Sus sermones eran reproducidos en Quito y Cuenca a través de las revistas de "'El Sagrado Corazón de Jesús" y "El reinado eucarístico del Sagrado Corazón de Jesús", en el periódico "El Pueblo" y en la imprenta del Clero, por eso gozaba de gran aceptación, pero su pensamiento encasquillado en una ortodoxia ya superada en Europa y los Estados Unidos excepto en España por supuesto - de ideas basadas en el gobierno teocrático y absolutista de García Moreno, le daba una tónica de ultra derecha.

El 10 de Agosto de 1.893 pronunció un célebre discurso con motivo del 84 aniversario de la Independencia nacional, editado en 19 pags. en la Imprenta Clero.

A principios de 1.895, al iniciarse las montoneras liberales en la costa en protesta contra el negociado de la venta de la bandera, cometió el error de tomar partido y como Guardián del Convento de San Francisco organizó frecuentes procesiones por las calles con solemnes rogativas. El 30 de Junio, sabedor que la revolución había triunfado en Guayaquil, realizó la mayor de ellas con la participación del Arzobispo Pedro Rafael González Calisto y las demás comunidades religiosas y aprovechó la ocasión para explicar desde la cátedra sagrada que "Satanás, salido del infierno o algún emisario suyo de las logias - en clara alusión al ex Presidente Antonio Flores Jijón – había dividido al único partido Católico de la República, el Conservador (terrorista o garciano) fraccionándolo con el Progresismo.... Prendida la tea de la discordia se acercan el demonio y sus secuaces y cantan y bailan al fulgor del incendio..! Brillante ejército de mártires, venid y enseñad a este pueblo cómo se derrama la sangre para defender la fe. Antonio de Padua, hermano mío, martillo de los herejes, ven a destruirlos! El pueblo, absorto y embobaliconado, respondía Amen.

El 20 de Julio, al arribar a Quito el terrible Obispo de Manabí Pedro Schumacher y el batallón Cuarto de Línea al mando del Coronel Ricardo Cornejo, tras una aparatosa retirada huyendo de las guerrillas liberales de Manabí y Esmeraldas unidas, estuvo entre los que conformaron la comisión de recepción y el Obispo ingresó entre el Nuncio y el Arzobispo, guirnaldas y arcos. El 7 de Agosto Alfaro triunfó en Gatazo y el 4 de Septiembre entró victorioso en Quito.

Angustiado por sus anteriores imprudencias, Aguirre emprendió el voluntario camino del ostracismo y fue a parar al Convento franciscano de Cali donde se mantuvo siete años, que no fueron del todo desaprovechados pues le sirvieron para emprender dos viajes a Lima y dos a Europa, donde también se hizo conocido por sus notables facultades admirando a los auditorios más selectos y cultos de varias capitales

En 1.902 regresó a Quito tras acogerse al Decreto de Amnistía del Presidente Leonidas Plaza. Manso y humilde volvió al convento franciscano. Habían pasado los tiempos de las cruzadas, existía otra visión, recién comenzaba el siglo XX pero ya la gente no se ocupaba de la cátedra sagrada ni esos oradores tenían alguna importancia. Su fama ya no volvió a ser lo mismo, pues la modernidad es enemiga del dogma.

De allí en adelante y fiel a su ministerio, volvió a ocupar la cátedra sagrada pero discretamente. En 1.903, al crearse en Roma la Comisaría General de la Orden Franciscana en el Ecuador, le fue concedida tal dignidad, que ocupó por muchos años porque los padres Dionisio Schuler y Pacífico Monza, Ministros Generales de la Seráfica Orden en Roma, le tenían en elevadísimo concepto.

En 1.910 pronunció una célebre Alocución patriótica con motivo de la bendición de la bandera del Batallón No. 7 que marcharía a la provincia de El Oro durante la movilización nacional. El 17 fue designado Visitador General de la Provincia franciscana en el Perú, comisión delicadísima que ejecutó con inteligencia y sagacidad.

Murió en el convento quiteño el 13 de Febrero de 1.919 de solo 67 años de edad, a causa de una congestión pulmonar, pues siempre había sido de contextura más bien delicada. El Partido Conservador dictó un encomiástico Acuerdo en su memoria y el 14 de Marzo se celebraron sus exequias en el templo de Santo Domingo de Cuenca. Nicanor Aguilar tomó la palabra.

En 1.924, gracias a la munificencia de Jacinto Jijón y Caamaño se editaron en Quito sus "Obras Oratorias" en tres volúmenes de 456,512 y 515 págs. de suerte que a través de ellas se puede establecer su pensamiento, que dedicó casi por entero a asuntos religiosos y dogmáticos, aunque por ser orador de mérito no es lo mismo leerlo hoy en día, que escucharlo, como cuando atraía las masas a los templos donde iba a predicar.
Fuente: diccionariobiograficoecuador.com

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