martes, 18 de julio de 2017

Mercedes María Morla Flor, Madre de los Pobres

Mercedes María Morla Flor
Agosto 20, 1894 - Junio 26, 1984
Madre de los Pobres, Fallecida en Olor de Santidad

FILANTROPA- Nació en Guayaquil, en la casa familiar de Pedro Carbo y Sucre, el 20 de Agosto de 1.894 y fue bautizada con los nombres de Mercedes Maria, pero su padre Darío A. Morla Mendoza (1.836-1.921) le llamaba Mercedes Segunda, por ser la segunda de las tres hijas que tuvo en su matrimonio con Mercedes Flor Saona, celebrado en Guayaquil el 30 de Noviembre de 1.895, cuando -muy enamorado y de 59 años de edad- la había desposado. Ella solo contaba con 22 y ya le había dado dos hijas. La tercera vendría en Enero del 96 y llamó Maria Alejandrina.

El había sido un hombre de grandes empresas y muy mujeriego, padre de ocho hijos en dos uniones anteriores (Morla Mosquera y Morla Jurado) y como todos los de su familia era un trabajador insigne. Agricultor e industrial, filántropo y millonario logró ser dueño del Ingenio “Luz Maria” con ferrocarril propio en la zona de Chobo con una formidable producción de 40.000 quintales anuales de azúcar, el segundo de la República detrás del Ingenio Valdez que daba 45.000. También era dueño de valiosas propiedades urbanas en Guayaquil, de la hacienda cacaotera '"La Maria" con 22.000 hectáreas y vista al río Balao y al golfo; de otras haciendas menores, de las lanchas Carolina y Alejandrina, de una gran balandra para el traslado del cacao, de terrenos en Posorja, de acciones bancarias, valores fiduciarios, joyas.

A principios de 1.895 había sido lanzada su candidatura presidencial por los conservadores de Quito, pero el sesgo político que tomaron los acontecimientos con el triunfo de la revolución liberal del 5 de Junio de ese año, impidió que su nombre siguiera en la palestra política.

Para el incendio del Carmen de 1.902 se quemó la casa en que vivían y pasaron una larga temporada en la hacienda hasta que se rehizo el edificio. Mimada y engreída por un padre sexagenario que las adoraba y decíales '"Mis tres Gracias", Mercedes y sus hermanas tuvieron una niñez plena de dicha y felicidad.

En la hacienda habían diversos animalitos. Siempre fue Mercedes compasiva con ellos, tenía un burrito para dar paseos matinales, también le gustaba rezar con su mamá y se sentía atraída por las cosas simples, en todo demostraba una excesiva responsabilidad y bondad, animosa, tranquila y de carácter dulce y asequible, cuando surgía alguna pequeña discusión entre sus hermanas intervenía como pacificadora.

Su padre se preocupaba de todo lo concerniente a ellas pues estaba semiretirado de los negocios que manejaba a través de apoderados y mayordomos. Para formar el carácter de sus hijas les inculcó "modestia en su trato público y privado, contracción diaria a alguna ocupación útil, que no gastaran mucho en afeites, chocantes con quienes tienen los dones de la virtud, superiores a esas hermosuras ficticias."

Con los años había cambiado mucho, pues habiendo sido un don Juan de joven terminó por volverse hogareño con la mujer que le dio paz y tranquilidad en esa etapa de la vida.

En 1.909 viajaron con la abuelita materna Juana Rosa Saona San Martín a París. Primero vivieron en un lujoso edificio de los Campos Elíseos No. 114 y empezaron a codearse con la aristocracia ecuatoriana del Gran Cacao y con otras familias millonarias de latinoamérica. Después adquirieron una mansión vacacional frente al mar en las doradas playas de Biarritz, por entonces el balneario más importante de Francia. La villa tenía dos plantas y estaba rodeada de jardines y árboles frutales.
Mercedes tocaba el piano a cuatro manos con Carolina.

Su papá, al oírlas, iba al salón y también tocaba. Era un caballero respetabilísimo y muy querido por sus obras de filantropía. En 1.910 obsequió a la Sociedad Protectora de la Infancia de Guayaquil, a nombre de su esposa, la cantidad de diez mil sucres y un valioso edificio ubicado en el Boulevard 9 de Octubre No. 819 de Guayaquil.

Sus negocios habían quedado en manos de Euclides V. Cabezas y en 1.912 nombró apoderado general a Carlos Saona Acebo (1) pero como no tenían talento mercantil pues a duras penas eran tenedores de libros, solo cuidaron en lo posible los bienes, sin preocuparse de hacerlos crecer y producir más, de suerte que al iniciarse en 1.916 la declinación del cacao por las pestes y la baja del precio en los mercados internacionales, la fortuna fue menguando. Proceso que felizmente fue largo, casi imperceptible y duró medio siglo.


De esas épocas existen numerosas fotografías de Mercedes que la muestran con la hermosura propia de los primeros años de la pubertad. Era una criolla de tez canela y llenita, sin ser obesa ni cosa por el estilo. No podía haber sido calificada de hermosa pero el conjunto era aceptable. Su belleza tropical realzaba por unos ojos soñadores, grandes y negros, quizás melancólicos. Su espesa cabellera azabache. Una marcada femineidad que se traslucía por la dulzura de su rostro y su mirada, por su trato decente y hasta delicado con los demás, la volvía deseable. Solamente le afeaba en algo su gruesa y prominente nariz pero como vestía con elegancia y poseía una natural y sencilla dignidad, nadie se fijaba en ese detalle. En alguna época de su vida cantó sin que le acompañara una bonita voz y por eso dejó

(1) Hermano de padre de Juana Rosa Saona San Martín.
de hacerlo. Era buena con todos, especialmente con los necesitados, los desvalidos, los animalitos del señor, a quienes alimentaba en las calles y en los parques. Siempre que llegaba un pobre a su casa solía decir: "El señor viene a verme."

Durante una temporada de verano en Biarritz las visitó Maria Piedad Castillo y pasaron momentos muy amables. Fruto de ellos es el siguiente poema que dedicó a Mercedes // Tu negra cabellera es una nube/ tempestuosa en el cielo de tu frente;/ tus pupilas oscuras y serenas,/ tienen la alba inocencia de un querube / y el misterio sombrío de una fuente,/ formada con el llanto de mis penas.//
Para la primera Guerra Mundial en 1.914 y ante el peligro del avance alemán dejaron París y se trasladaron a una preciosa casa antigua arrendada en el Paseo de Gracia en Barcelona y como siempre vacacionaban en verano en la Suiza francesa y en Italia, las Morla Flor nunca dejaron de darse la buena vida de las familias adineradas en Europa.

Al finalizar el conflicto en 1.918 vivían alojados en el lujoso Hotel Continental de Barcelona donde Mercedes comenzó a reunir a sus amistades para coser ropa a los pobres. Esas reuniones fueron llamadas por ella con el cordial nombre de "El Costurerito"

De regreso a París se entristeció al ver los campos desolados de la guerra en el norte, con tumbas por millares regadas en el suelo, de soldados caídos, la mayor parte franceses, alemanes e ingleses, pero también había de otras nacionalidades; sin embargo la vida fue recobrando paulatinamente su normalidad y comenzaban los años locos de Postguerra, pero no para Mercedes que acostumbraba salir diariamente a sus obras de caridad.

Maria Piedad Castillo le mandó la siguiente esquela en verso // Segunda de mi vida,// la de las largas y sedosas trenzas/ alma pura, generosa y abnegada./ I pupilas lumínicas e inmensas //! Oh niña soñadora! / risueña y bondadosa que otros días / con tus frases suaves / mi corazón llenaste de alegrías.// ¿Me has olvidado ya? / ¿Puede la ausencia / apartar mi recuerdo de tu mente?/ ¿ I mi lejana imagen/ disipar como niebla de tu frente? //Estoy muy triste, aquel pasado hermoso/ huyó cual nube que arrebata el viento;/ ¿Tu eres feliz, oh niña idolatrada?/ 'Dedícame siquiera un pensamiento! /


En la plenitud de los 23 años tuvo un enamoramiento con Gonzalo Zaldumbide pero "cierto día se encontró con una carta en la cual le comunicaban que el referido diplomático hacía trato con otra persona. Eso bastó para que terminara definitivamente con el novio. Nunca más tuvo ni el menor deseo de casarse." Zaldumbide, espíritu de selección, alma exquisita y poética, debió sentirse fuertemente atraído por el aire de abandonada melancolía tan propio de Mercedes, por su infinita bondad y elegante figura. De haberse casado estoy seguro que hubieran sido felicísimos... pero la dejó pasar pues motivo tan baladí pudo haber sido explicado, no luchó por ella debido a su enamoramiento por Celia Rosales Pareja, una de las pianistas más consumadas que ha producido el Ecuador en Francia, quien le subyugó con sus encantos.

En 1.921 falleció Don Darío Morla a la avanzada edad de 85 años. Mercedes sufrió muchísimo sintiéndose sola con su madre. Había sido su inseparable compañero durante los últimos años. Iban juntos a pasear a los parques y boulevards, pues sus hermanas habían casado. Carolina la mayor, siempre activa y deportista, lo había hecho en 1.912, de 20 años, con Tomás Gagliardo Ceballos, de quien divorció sin hijos. Posteriormente se unió con Fromant, también sin hijos. El tenía una hermosa voz de tenor y fue su compañero en Europa y Ecuador hasta la muerte. Caballero elegante, atlético, simpático, inveterado jugador de tennis a quien conocí en ese club por los años 50. Alejandrina había casado con un caballero italiano de apellido Rapini, después fue sucesivamente esposa de los argentinos Ignacio Cramer e Ignacio Mayol, con sucesión de este último. La gran fortuna paterna se repartió entre todas, unas conservarían las tierras, otras las irían vendiendo y así fue como se liquidaron las haciendas.

Mercedes también tomó a su cargo el cuidado y atención de su madre, señora sana pero sexagenaria, que empezó a compartir sus correrías apostólicas, la ayuda cotidiana a los pobres, a quienes visitaba. En eso Mercedes fue siempre una mujer religiosa sin excentricidades ni beaterías. Cuando entraba a una iglesia se arrodillaba a rezar con fervor y en alguna ocasión que llegó a ponerse uno de esos anticuados y desaseados cilicios, se lo quitó con rapidez porque le dolió mucho. "Yo no nací para eso sino para amar, confesaría años después, con mucha gracia, a su mejor amigo, el Padre Hugo Vásquez y Almazán, que acaba de editar en 1.994 en 128 pags. su biografía, con el título muy justo por cierto de "Manos Abiertas", procurando referir sus hechos y salvar la memoria de Mercedes del olvido en que se encontraba. Su trabajo nos ha servido de guía principal para esta biografía.
Mercedes también tomó bajo su cuidado el manejo de las finanzas familiares, llevando la correspondencia con los apoderados del Ecuador, pidiendo información a los Mayordomos, requiriendo datos. Las épocas se tornaban no tan buenas como antes, pero aún seguían recibiendo dividendos.

Su vida, aunque rutinaria pero libre de compromisos sociales, era activa. En Octubre de 1.923 fue Dama de Honor con Laura y Fanny Gangotena Fernandez- Salvador y con Maria Antonieta Pillois de Ycaza, en la boda de María Zaldumbide con Pierre Denis. En Abril del 24 asistió a la de sus amigos íntimos chilenos Enriqueta Huneeus y Eduardo Ruiz Tagle.


Viajaban mucho y por toda Europa, como siempre lo habían hecho en vida de su padre y siguió conociendo sitios especialmente de España, Portugal, Inglaterra, Italia. Existe una fotografía turística de Mercedes vestida de mora en la Alhambra de Granada.

La década de los 30 sirvió para que profundizara su vida espiritual. Entró a la Asociación de hijas de Maria de los Padres Claretianos, visitaba templos, asilos, hospitales. En el Orfelinato de Anteneil fue el brazo derecho del Padre Pedro Brottier, de la Congregación del Espíritu Santo. Iba los jueves a la cárcel para ayudar a los presos y también a la Maison de Santé. En el Asilo de Ciegos éstos la reconocía por el sonido de sus pasos y hasta le hacían calle de honor pues la querían mucho.


Durante la II Guerra Mundial, a causa de las sirenas y bombas que asustaban tanto a su madre, tuvieron que salir con la familia Sucre y a través de carreteros atestados de gente a pie, marcharon en automóvil a Pau, instalándose en la Pensión de los Dos Corazones de la calle Dupla. Las remesas de dinero del Ecuador se fueron espaciando, no llegaban puntuales, existía racionamiento de víveres. Una larga época de privaciones pero el 45 fue desocupado su departamento de París por las tropas alemanas y recibió una llamada telefónica para que concurriera a recibirlo, encontrando que todos los muebles e instalaciones estaban intactos y en perfecto orden. Nada se había perdido.

Poco después adquirieron una casa en la calle Saint D' Dier No. 74 cerca de la iglesia de los Claretianos donde asistía diariamente a misa. En 1.950 falleció su madre y el 51 volvieron a reunirse las tres hermanas Morla Flor. Alejandrina estaba inválida en silla de ruedas. A sus sobrinas las Mayol Morla mimó haciéndolas concurrir a los espectáculos públicos (Teatro, Opera, Conciertos) y a los monumentos principales (Lugares Históricos, Museos, Bibliotecas) Repartidos los bienes sucesorios, a fines del 52 se embarcó en Amberes con destino a Guayaquil. El Arzobispo César Antonio Mosquera Corral le había dicho que por acá se la necesitaba con urgencia y ella no pudo rehuir tal reclamo. Venía de 57 años, joven aún y en la plenitud de sus facultades, dispuesta a entregarse por entero al servicio social.


Una nueva etapa se abría. Traía consigo a su hermana Carolina, a sus sobrinas las Mayol y los cuerpos de sus padres y abuela para darles sepultura en la tierra de los mayores. También le acompañó el tio Jacinto Reyes Saona, muchos años demente, a quien internó en una clínica y siguió protegiendo y ayudando hasta su muerte. Encontró la vieja casa del malecón en ruinas y convertida en conventillo.

Se hospedó en el Hotel Crillon, luego pasó al Continental, recién inaugurado y de más aseo; al final terminó por alquilar un departamento en el quinto piso de un edificio nuevo en Malecón No. 2.001, comenzó a trabajar en la catequesis con el Padre José Benavides y un grupo de amigas de su edad formado por Mercedes Carbo de Cepeda, las hermanas Eugenia y Graciela Carbo Puig, Leticia Alvarado que fue su compañera inseparable y con quien estableció "El Costurerito"

En 1.954 vivió seis meses en Buenos Aires acompañando a su hermana Alejandrina que seguía inválida, después embarcó a Europa y vivió seis meses en París en el departamento de una amiga. Para el año Santo visitó Roma y trató con el Padre Eduardo Fabregat, Asistente General de América del Centro de la Orden Claretiana, para que enviara algunos misioneros a Guayaquil, ciudad que estaba creciendo y requería esos servicios en las zonas mas pobres de nuevos asentamientos.
Pronto arribaron los Padres Angel María Canals y Fructuoso Pérez. El primero se haría famoso con el paso de los años en La Chala y por haber fundado la parroquia y el Barrio del Cristo del Consuelo, la iglesia del mismo nombre y la tradicional procesión de Semana Santa. Mercedes les había prometido en Roma cubrir los gastos de alimentación y otros gastos menores por cinco años y mantuvo su promesa hasta mucho después.

Con los Claterianos visitó incansablemente el suburbio; primero en canoa, luego a pie por los puentes y tarabitas con peligro de resbalar y accidentarse pues ya no era joven, pero su fe era cada vez más grande. A los pobres llevaba alimentos, voces de aliento y de esperanza. También iba a la Cárcel y al Hospital de los Leprosos. En esto último acompañaba a su parienta Teresita Platón de Morla, que presidía la fundación pro ayuda a los enfermos del Mal de Hansen.

Su carácter estable nunca le producía arrebatos de mal humor. Su conversación fluida y discreta era agradable a todos. Enemiga del chisme y la maledicencia, cuando alguien en el Costurerito hablaba del prójimo, se levantaba disimuladamente y se iba a su cuarto para no escuchar.

Nunca quiso tener automóvil, se movilizaba en el taxi de un chofer conocido. En 1.980 ayudó a los damnificados de Loja y fue agraciada con un Diploma por esa Municipalidad. Tenía de confesor al Padre Mantilla del Sagrario, nonagenario sordo y bueno que casi no mandaba penitencias o las daba poco rigurosas. Ella se seguía confesando con él para que no pensara que estaba inútil por la edad. I como el padre sabía qué clase de alma tenía Mercedes le dijo un día: "Vayase a comulgar sin confesión pues Ud. No la necesita..."

Judith Suárez de Tompkins la hizo ingresar a la Guardia de Honor de la Virgen de la Merced. Iba a misa de San José y protegía a todos los eclesiásticos, principalmente a los extranjeros, los más necesitados de compañía y ayuda.

Por ello, el 6 de Marzo de 1.959, el Nuncio Apostólico la Condecoró con la Medalla "Pro Eclesia et Pontífice" dada su fama de bienhechora, pero ella cometió el error de entregar en préstamo la Medalla a alguien conocido, que se la quedó para si y nunca la devolvió. Mercedes sonreía cuando recordaba ese chasco, pues generosa como era, se desprendía de todo lo suyo. En eso no conocía límites.

En 1.974 vendió a Pedrito Robles y Chambers su fabuloso juego de cubiertos de 144 piezas, hojas de acero inoxidable y mangos de marfil indú, antiguos y firmados. Cada pieza contenía tallas con motivos diversos. Un sacerdote le había perurgido que lo haga, porque según él, debía cubrir una necesidad urgente, que de paso, no se la contó. Después comenzaron a sacarle lo demás. En eso de pedir, algunos fueron insaciables y no tuvieron ni vergüenza ni caridad con ella, porque se enseñaron a que todo lo diera porque si.

En 1.976 la traté mucho en el nuevo local de la Alianza Francesa. Era puntualísima en todos los actos, llegaba entre las primeras y siempre con una joya distinta, de factura francesa de comienzos de siglo, Art Nouveau.

Cuando la felicité por tan lindas joyas me ofreció muy bajito que se las pondría todas, una por una, para que yo pudiera conocerlas. Ese fue nuestro secreto por varios meses. A mi no me interesaban las gemas, de por si bonitas y caras, sino la orfebrería complicada y barroca de Favergé. Habían sido obsequiadas por su padre pues ella jamás gustó ni frecuentó joyerías. Entre el 79 y su muerte las fue vendiendo para dar el dinero a quienes se acercaban a su casa con necesidades, todas urgentes, por supuesto. I terminó por quedarse sin un cuartillo de dinero.

La noche del 26 de Junio de 1.984, pidió a su amiga Graciela Carbo Puig que intercediera en la concesión de unas becas a dos niñitos pobres, se cansó demasiado y entró a su cuarto a dormir, pero al poco tiempo gritó a su doméstica Genoveva, dama anciana como ella, porque se sentía mal.

Aún tuvo fuerzas para llamar a un médico y a Teresita Platón de Morla, a quien advirtió que no se demorara mucho; luego se sentó en una silla con la ayuda de Genoveva, demostró algo de dolor pero le advirtió "No es nada, nada, ya pasará" y enseguida murió sin agonía, dando solo un gemido. No tenía ni los diez sucres que le hubiera costado un taxi para el hospital, a tanto había llegado su generosidad. El entierro fue al día siguiente en la Capilla de la Sociedad de Beneficencia de Señoras:

Concurrieron sus amigas, los sacerdotes y monjas de la ciudad y todos exclamaban que había fallecido una santa por su entrega sin límites, carácter sencillo y atrayente, fe en Dios, deseos de agradar y buen trato a su semejantes y a los animales.

Fue una mujer moderna, sin inútiles complicaciones de rituales ni beaterías insulsas. No era de golpes de pecho sino de golpes de bolsillo, que son los más urgentes y necesarios, sobre todo en ciudades como Guayaquil, que crecía a costilla del sacrificio y la miseria de sus obreros y trabajadores, condenados a llevar una vida de privaciones.
=
Fuente: diccionariobiograficoecuador.com

No hay comentarios.:

Publicar un comentario